NOJ KAAJ

 

NOJ KAAJ

Es cuando la curiosidad y la alegría de un corazón joven y tierno se adentra el lo profundo de su pasado, añorando los días cálidos de primavera, sentir el pasar del viento entre los dedos, mirar el cielo estrellado, aquel cielo que en la ciudad no se llega a ver, saber que a través de las estrellas sigo viviendo, ver el pasar del tiempo sobre mis lentes empañados, lentes que ocultan mi pasado, mis lagrimas y sobre todo...mi hipermetropía. La vida da golpes bajos y altos, altos cuando el ego sube, y bajos cuando regreso a mi realidad, un espejismo de soledad, autos grises, edificios altos y oscuros, infantes vestidos como presos, dirigiéndose a la cárcel mas cercana o lejana de su cubículo, obreros saliendo de las fabricas grises y tristes, la melancolía abunda por los barrios pobre de mi ciudad, al igual que los barrios ricos la añoranza adorna las habitaciones de la casa grande de junto, reconocer y admirar el encuentro entre dos mundos totalmente diferentes, el cielo y el infierno se junta, esperanza y soledad dejan de existir, para finalmente morir...

Humanos arrastrados hacia el trabajo, y vivir en un cubículo de la oficina, donde el café y el pan salva a mas de un reporte, poder presionar el botón del elevador hasta el nivel 5, un nivel que marca el infierno, y al subir más allá del sexto piso, se encuentra lo que llaman cielo, un cielo donde las personas sonríen por compromiso, toman café fino, lucen trajes y relojes caros, pero más allá del séptimo y el noveno piso, se encuentra dios, un dios que mira a todos, observa sus deseos y aspiraciones pero no hace nada por ellos, un dios que lo único que anhela es compañía y un poco de amor, algo que no todos pueden recibir, dar o conservar.

El gritar de la gente, multitudes en cada pasar de la calle, una oficina, un cubículo, una taza de café vacía y una nota adornan mi antiguo trabajo, en medio de la multitud mi corazón se acelera, los sentimientos se vienen abajo, la multitud mira...pero nadie ayuda, las preguntas vuelan por mi agotada cabeza, ninguna respuesta se escucha, solo el pitar de los autos, señoras gritando, bebes llorando, la gente me mata a frases, discursos y charlatanes tocan a mi puerta, las aves no viven en el barrio desolado de junto, ni mucho menos el barrio rico, las esperanzas se acaban, recuperar una vida que nunca existió, soplar al aire las penas, viajar en el metro para sentir el calor frenético de la ciudad, el corazón de la ciudad palpita con cada vagón y cada ciudadano que lo conforma, miro el reloj y llego tarde de nuevo, deseando tocar el botón seis o nueve del elevador, de nuevo llego tarde.

De regreso al cubículo miro a través de la ventana, miro un poster-BELIVE-creer...creer que mas que un oficinista adicto al chocolate y que le choca tomar café para trabajar soñaba con ser jornalero y no un "hombre de negocios" o es lo que hubiera deseado su padre, adicto a las cartas y amante del destino, acosándose cada noche con perfume fermentado, aroma a wiski numero 12, mirar los bolsillos de mis pantalones y de la cartera de mi madre, todo para acostarse de nuevo con el destino y apostar un tesoro tan sagrado como la familia, o tal vez una mascota en vez de una botella de brandi, para mi padre no había diferencia entre ambos, lo único que importaba era el dinero.

De niño admiraba el campo, deseando un verano con mi viejo y humilde abuelo, despertando con el cantar de las aves, sentir la brisa fresca de la mañana y saludar al sol por mi enorme y gran ventana, una ventana que siempre dejaba abierta, una ventana que mostraba mi futuro, vivir en el campo, sentir mi sudor uniéndose al viento, imaginar que mi ventana siempre estaría conmigo en las buenas y en las malas, lloviera o hiciera frio, saliera de bañar o estuviera en ropa interior, la ventana siempre permanecía abierta, ahorrar en cortinas, soñar con vivir en el campo como un jornalero, una planta mas en el campo, vivir entre los amaneceres, admirar los atardeceres junto con mis plantas, llenar las botas a tope con tierra fértil y bendita, tierra que provee energía vital, mirar a los jornaleros que trabajan en las noches oscuras, mirar por la ventana el sueño de mi infancia, siendo la ventana la entrada y salida de mi futuro, jugar con el destino, por las noches estudiar arduamente, deseando el amanecer y salir por la estrecha habitación de mi mente deforme y reprimida gracias a mis padres, una entrada entre mi suelo de sembrar y crear vida, ¿acaso esos no son los milagros de la vida? La vida pasa por mi ventana y corro tras de ella, dejo a atrás el cuarto perfecto creado por mis padres para crear vida dentro de la tierra, dejar los platos, cubiertos y una mesa para probar guisados y tortillas que avivan el alma de uno, guisos que alegran el corazón de un grupo de jornaleros, pequeños dioses que dan vida a la vida, saber que un guiso es rico cuando esta lleno de amor, proteínas y muchas, pero muchas calorías para seguir el ritmo de la vida en el campo. Bellos momentos pase a escondidas de mi familia, pero ahora el aroma a tierra mojada y la ventana han quedado en el pasado, me encuentro en mi oficina admirando un poster, buscando una ventana a la vista, pero ninguna que me diga si es de noche o de día.

Anhelando el día de nuestro reencuentro, me encuentro más allá del décimo piso del edifico, miro el cielo gris y los autos por debajo de mí, pensando que el cielo sería un paraíso florido y no una azotea sucia y desolada, los pies me guían y la mente me deja, mi cuerpo se encuentra a dos centímetros de una gran bajada, descender del edifico del trabajo no era mi idea de vivir pero si de morir, volver la mirada hacia atrás para no ver a nadie, ni mis recuerdos ni la ventana me pueden salvar ahora...lo único que queda es respirar, cerrar los ojos y dejarse llevar por el viento, dando un salto de fe en aquel gris edifico.

Mientras caigo, el gélido respirar del aire me rosa la cara, años de no sentir el respirar de la ciudad, el respirar de mi alma, deseando tocar el fondo, no llego a ningún lado, minutos han pasado desde mi caída y no escucho ningún choque, abriendo mis ojos caídos veo mi cuerpo caer, pero mi alma flota, convirtiéndose en un espectador más de un suicidio mas de aquella gris y oscura ciudad.

Quiero tener la oportunidad de vivir en otra vida y otra persona, quiero cumplir el sueño de alguien más, no me importa si sus valores y los míos no se llevan, si nuestros nombres coinciden o no, quiero hacer feliz a alguien más, hacerlo tan feliz como yo mismo lo hubiera deseado...

Miro el cielo infinito y admiro la ciudad desde los cielos grises, mi alma está liviana y se aleja de la ciudad gris, el único lugar que llamaba hogar, aunque en mi casa amaran a gritos, besaran a golpes y amaran con odio. Digo adiós a una vida que no merecía ser tan vivida, deseando quedarme aquí una idea que se esfuma con la luz de la luna, es de noche y mi alma juega entre las brillantes estrellas, contando hasta siete billones de estrellas en mis primeros minutos de vida, el viento es quien guía mi alma ahora no tan desolada desea ver más allá de las estrellas, veo luces emanando de un viejo señor, a orillas del mar veo una luz...un joven tallador de madera acaba de nacer, para mi sorpresa el joven a orillas del mar y el anciano son la misma alma, viendo la vida y la muerte ante mis parpados caídos, siento curiosidad por el tallador de madera, pero mi tiempo ya había acabado en la tierra y era hora de irse, sin poder despedirme del joven y viejo tallador de madera, dejo parte de mi alma entre sus manos, su mente, madera y sobre todo en su corazón.


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